Escribe : Mónica Uriel. Periodista
Con una larga historia a su espalda, como demuestran las iglesias excavadas en roca de Lalibela, y un futuro prometedor.
Etiopía constituye un paraíso para los amantes del buen café. Alberga lo más parecido al infierno en la tierra en el desierto del Danakil. Su fértil tierra ofrece un cereal único como el calórico teff, base de su popular alimento, la inyera. Aquí se dice que este pan que se elabora como una crêp es el responsable de los triunfos de sus atletas .
Este país eminentemente agrícola deja impresos en la memoria del visitante bellísimos paisajes verdes y amarillos. En el corazón, la hospitalidad de los etíopes y su cara de sorpresa, muchas veces, al tener delante a gente de raza blanca.
Lo primero que llama la atención al aterrizar en un aeropuerto de Etiopía es el olor a café, bebida que aquí tiene mucha calidad. Constituye todo un ritual y cuya planta, el cafeto, es originaria de la provincia etíope de Kaffa. Allí crece de forma silvestre.
Lo segundo que sorprende es ver en el campo cosechar a mano. Más del 90% de la población vive en zonas rurales dedicada a la agricultura. Solo el 20% del total de la tierra cultivable está explotada. La tierra es apta, además del café, para cereales, legumbres, frutas, caña de azúcar, té y especias.
Todos estos alimentos, junto con los objetos necesarios para la ceremonia del café, entre ellos las sartenes con agujeros para tostarlo. Se pueden ver en los mercados de cualquier ciudad, como Mekele, puerta de entrada al Danakil. El lugar más bajo de la Tierra, a 150 metros por debajo del nivel del mar. Según dicen, el lugar más inhóspito.
Un ascenso nocturno de tres horas a paso de camello, que no es poco, por una montaña de lava llevará al cráter del volcán Erta Ale. Uno de los pocos que en África mantiene intacta su actividad.
El humo rojizo que desprende y que sirve de faro al caminante antecede al espectáculo que se verá al borde del cráter. Focos de fuego que forman un auténtico infierno en la tierra. Y a pocos metros de esta explosión rojiza es donde el visitante dormirá, en la cima del volcán, bajo un cielo estrellado
Además del infierno, el Danakil permite adentrarse en las entrañas de la tierra, el Dallol. Un lugar de la naturaleza único en el mundo con formaciones de sal que parecen maquetas de montañas y manantiales sulfurosos de tonalidades amarillas y verdes según la luz del sol.
El Dallol un espectáculo que se contempla tal cual, sin ninguna intervención humana.
Para llegar hasta aquí se atraviesa el inmenso Lago Assale. Todo él cubierto de sal que parece nieve y de donde los Afar extraen este material para dividirlo en piezas. Después lo transportan a bordo de camellos.
Después de haber estado en el infierno no está mal pasarse por una iglesia, y si es alguna de los templos cristianos esculpidos en roca monolíticas más peculiares del mundo, mejor. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978. Es la llamada “Jerusalén africana” . Está formada por 11 iglesias monolíticas orientadas hacia esa ciudad.
El rey de Lalibela, considerado un santo por la Iglesia ortodoxa, mandó construir en el siglo XII estas iglesias. El motivo minimizar el sufrimiento de los peregrinos y que, de esta forma, no tuvieran que ir hasta Jerusalén.
La construcción tardó 24 años y, según la leyenda, los ángeles continuaban por las noches el trabajo diurno de los hombres.
La iglesia Bete Medahne Alem, con capacidad para 500 personas y que nunca ha dejado de celebrar misa, es el templo monolítico más grande del mundo. La iglesia Bete Giorgis, que simboliza el Arca de Noé, fue construida en honor a San Jorge, patrón de Etiopía. Es todo un símbolo de Lalibela.
Después de la visita a las iglesias es muy recomendable comer disfrutando de las vistas de la ciudad en el original restaurante Ben Abeba.Cuya estructura simboliza una botella y dos copas, propiedad de una escocesa y un etíope que ofrecen comida occidental y típica del país basada en la inyera con diferentes salsas y carne estofada.
Un buen hotel para dormir en Lalibela, también con buenas vistas, es el Cliff Edge Hotel.
Como en cualquier otra ciudad del país se puede observar paseando por la calle cómo en las casas, por pequeñas que sean, hay un lugar dedicado a la ceremonia del café. Lo que incluye un mueblecito blanco con tazas, un fuego donde tostarlo y un recipiente en el que servirlo.
Un largo ritual, al que acuden familiares y amigos, en el que se beben no menos de tres tazas cada uno y que se suele realizar dos veces al día.
Momento de recolección del café
En Etiopía la planta del café sigue creciendo de forma silvestre en algunos sitios, como en los alrededores de la veintena de monasterios del lago Tana, en Bahar Dar. El lago más grande del país y que se puede contemplar mientras se come en el Lake Shore Restaurant.
En medio de una vegetación frondosa de camino a la iglesia de Ura Kidane Mehret crecen cafetos de cerca de 150 años. Uno de los propietarios nos cuenta que cada familia tiene aquí alrededor de una hectárea de terreno. De ella saca entre 24 y 100 kilos de granos de café.
La corteza del café se aprovecha para hacer infusión (ashera).
Al este del país, en la ciudad amurallada de Harar. Allí se encuentran algunas de las mejores plantas del café del país y del mundo, de la variedad arábica. Se encuentra no solo en grandes plantaciones, sino también en lo que aquí se llaman jardines de café. Allí es donde el fruto crece en las inmediaciones de las viviendas de los agricultores.
Paseando por estrechas calles y entre las 99 mezquitas de Harar -es la cuarta ciudad santa del islam después de La Meca, Medina y Jerusalén- . Sorprende ver cafetos que crecen en los huertos de cítricos de las casas para consumo propio. A 15 kilómetros de Harar, en Sofi, nos encontramos con Bedria Mohamed, de unos 50 años. Tiene 200 cafetos que están aquí desde hace cinco generaciones.
En una buena temporada ella, su familia y vecinos recogen -a mano, con una cesta de bambú- hasta 200 kilos de granos. Después de secarlos sobre el tejado durante un mes, venderá en el mercado de la ciudad.
No sabe exactamente su edad, pero sí reconoce por el olor el café de Harar respecto a otros.
Para ella el café constituye una parte fundamental de su vida: “Cuando lo bebo me despierto, hago vida social con él porque invito a la gente y dinero al venderlo”, nos cuenta.
El café necesita mucha agua por lo que está pensando en comprar una bomba de agua y así plantar más.
En Harar y en la vecina Dire Dawa las plantas del café están siendo sustituidas cada vez más por el chat. Un arbusto frondoso muy parecido al del té. Esta calificadolificado de droga por la OMS por la presencia de alcaloides psicotrópicos, y legal en Etiopía.
Mientras el precio del café baja, el del chat, un cultivo muy rentable, está subiendo y aumentando su venta a los países vecinos . Lo llegan a transportar en avión, pues debe consumirse fresco-, rivalizando con las exportaciones del café.
Los etíopes, como se puede ver por cualquier rincón y casa de Harar. Lo mastican, generalmente por las tardes, por sus efectos psicotrópicos que les provoca primero euforia y excitación, y después cansancio, además de adicción.
Por la dentadura, o la falta de ella, se reconoce a las personas que llevan años masticándola.
Al igual que en el caso del café, también organizan una ceremonia para masticar chat, que lo hacen junto con cacahuetes, para rebajar la acidez de la planta. Al terminar beben leche para, según dicen, disminuir sus efectos.
El chat era masticado al principio solo por los imanes para entrar en trance, pero después se difundió su consumo, fundamentalmente entre musulmanes, aunque también lo toman los cristianos.
Harar es ejemplo de convivencia entre ambas religiones, que tienen sus respectivos templos muy cerca unos de otros.
En la plaza central, donde se encuentra la iglesia ortodoxa de Mehane Alem, se puede además degustar un buen café o “macchiato” . en el bar conocido como Testi por el nombre de su dueño.
En el centro de la ciudad se encuentra el tostadero Nure Roasted Harar Coffee. Se puede comprar café en grano de la zona. Un buen restaurante de comida tradicional es Hiruz.
Para dormir en Harar una buena opción son las guest house tradicionales Zubeyda, Rewda y Anisa. Se pueden reservar a través de Nahom Amde (nahomnaha@gmail.com), buen guía local para conocer la ciudad.
Otra de las ciudades de Etiopía declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es Gondar.
Conocida como el “Camelot de África” por su conjunto de castillos de estilo europeo medieval, a los que acompaña una gran piscina rectangular de 2.800 metros cuadrados que en la fiesta de la Epifanía (Timket). entre el 18 y el 20 de enero, se llena de las aguas de los ríos de los alrededores.
Gondar también alberga, a 20 minutos en tuc-tuc, una cervecería que se puede visitar, la Dashen Brewery, y beber de los grifos situados en el exterior.
Un buen lugar de comida tradicional en Gondar es el restaurante Four sisters. Esta regentado por cuatro hermanas que tan pronto sirven los platos como bailan con los comensales.